Según fuentes citadas por Reuters, la misión contará con los buques USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, reconocidos por su capacidad de defensa antiaérea, antisubmarina y de ataque contra objetivos en superficie
En las próximas horas, Estados Unidos reforzará su presencia militar en el Caribe con el arribo de tres destructores de la Marina frente a las costas de Venezuela. La operación, confirmada a la agencia Reuters por dos fuentes con conocimiento directo del plan, hace parte de una estrategia de gran escala contra organizaciones de narcotráfico y grupos considerados por Washington como narcoterroristas.
Las embarcaciones identificadas son el USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, destructores guiados por misiles pertenecientes a la clase Arleigh Burke. Estos buques destacan por su tecnología de defensa antiaérea y antisubmarina, así como por su capacidad de ataque contra objetivos en superficie. Están equipados con el sistema de defensa Aegis, diseñado para rastrear múltiples amenazas aéreas o marítimas y neutralizarlas de manera simultánea.
El despliegue no se limita a las unidades navales. De acuerdo con un funcionario estadounidense citado por Reuters, el plan involucra a unos 4.000 marines, así como a aviones de patrulla marítima P-8 Poseidon, varios buques de guerra adicionales y al menos un submarino de ataque. La fuente, que habló bajo condición de anonimato, aseguró que la operación se prolongará por varios meses y se ejecutará en aguas y espacio aéreo internacionales. No obstante, enfatizó que la magnitud del poder militar movilizado permitirá no solo labores de vigilancia e inteligencia, sino también eventuales “ataques selectivos si se toma la decisión”.
La Casa Blanca ha vinculado esta estrategia directamente con la política de seguridad del expresidente Donald Trump, quien impulsó el uso de recursos militares en la lucha contra los carteles de droga. En meses recientes, su administración ya había enviado buques de guerra al Caribe y reforzado las operaciones de vigilancia aérea sobre México con el fin de detectar rutas de narcotráfico. Además, en febrero, Washington clasificó como organizaciones terroristas internacionales a carteles como el de Sinaloa, el Tren de Aragua —de origen venezolano— y el llamado Cartel de los Soles, presuntamente ligado al gobierno de Nicolás Maduro.
Desde Caracas, la reacción no se hizo esperar. En un discurso televisado, Maduro evitó mencionar directamente la llegada de los destructores, pero aseguró que “Venezuela defenderá nuestros mares, nuestros cielos y nuestras tierras”. El mandatario calificó la operación estadounidense como parte de “la amenaza extravagante, estrambótica y estrafalaria de un imperio en decadencia”.
En paralelo, el líder chavista anunció el despliegue de 4,5 millones de milicianos en todo el país, como parte de un plan especial de defensa interna. “Esta semana voy a activar un plan especial para garantizar la cobertura con más de 4,5 millones de milicianos de todo el territorio nacional, milicias preparadas, activadas y armadas”, dijo Maduro al asignar nuevas tareas a esa fuerza de apoyo civil.
El Ministerio de Comunicación venezolano no ofreció más comentarios sobre el movimiento naval estadounidense. Sin embargo, el anuncio se da pocos días después de que el gobierno de EE. UU. duplicará a 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura de Maduro en el marco de investigaciones por narcotráfico.
Si bien la presencia de unidades estadounidenses en aguas cercanas a Venezuela no es inédita, el actual despliegue —que combina destructores de última generación, aviones de patrulla y un submarino— marca un nivel de preparación inusual y subraya la prioridad que Washington concede a su ofensiva contra los carteles en la región.
Con este operativo, Estados Unidos busca consolidar su estrategia regional frente al narcotráfico, mientras el gobierno venezolano insiste en responder con movilización militar y un discurso de resistencia frente a lo que considera una amenaza directa a su soberanía.
